Según Naciones Unidas, para 2050 el 70% de la humanidad vivirá en ciudades. Vamos hacia un mundo en el que lo local ganará protagonismo, lo que exigirá no sólo pensar en mejores ciudades, sino también anticiparse a los múltiples retos urbanos que ocurrirán. En ese contexto, trabajar con la gente en las grandes transformaciones urbanas se vuelve fundamental para tener en cuenta todos los posibles usos que la ciudadanía vaya a hacer de la ciudad. Diseñar una ciudad para todas las personas, sostenible y resiliente demanda comenzar ya a reflexionar colectivamente sobre cómo queremos que sea el mañana.

En ese contexto, uno de los grandes retos que afrontarán las transformaciones urbanas será el “mientras tanto”: cómo compaginar la necesaria regeneración urbana con los intereses de las poblaciones existentes. Por ello, Madrid Nuevo Norte, uno de los mayores desarrollos urbanísticos de Europa, prevé que en la fase de construcción se realicen instalaciones temporales que permitan minimizar las posibles molestias de las obras a las personas que habiten los alrededores. Es lo que conocemos como “espacios de transición”.

Ahora bien: ¿cuál es la mejor forma para diseñar espacios de transición teniendo en cuenta la realidad de cada territorio y las necesidades de la población?